Se diferencian 5 grandes tipos de autismo, por lo que las personas que lo padecen pueden situarse en cualquier punto del espectro:
Autismo.
Síndrome de Rett.
Síndrome de Asperger.
Trastorno desintegrado infantil o síndrome de Heller.
Trastorno generalizado del desarrollo no especificado.
Autismo
Es un trastorno que habitualmente comienza durante los 3 primeros años de vida, siendo los padres los primeros que comienzan a identificar en su hijo comportamientos diferentes a los niños de su edad. Algunos de estos síntomas característicos son: nula o muy escasa comunicación verbal, el niño es muy poco sociable y solitario, o bien no muestra interés en identificar objetos o llamar la atención de los padres.
Síndrome de Rett
La característica diferencial de este tipo de autismo es que se presenta casi con exclusividad en niñas y tiene carácter regresivo. Las personas afectadas comienzan a sufrir un proceso degenerativo y progresivo del sistema nervioso que se manifiesta en forma de alteraciones en la comunicación, la cognición y la motricidad (tanto fina como gruesa) alrededor de los 2 años. Estas niñas tienen un desarrollo psicomotor normal, al menos en apariencia, hasta entonces. De cualquier modo, diversos estudios demuestran que, incluso en el periodo asintomático, se produce una reducción del tono muscular (hipotonía).
Síndrome de Asperger
Es el tipo de autismo más difícil y, en ocasiones, tardío de diagnosticar, porque las personas afectadas no tienen ningún tipo de discapacidad intelectual ni rasgo físico que las identifique. El déficit se encuentra en el campo de las habilidades sociales y el comportamiento, siendo lo suficientemente importante como para comprometer seriamente su desarrollo e integración social y laboral.
Problemas de interacción social, falta de empatía, poca coordinación psicomotriz, no entender las ironías ni el doble sentido del lenguaje, y la obsesión con ciertos temas, son algunas de las características más habituales en el Asperger.
Trastorno desintegrado infantil o síndrome de Heller
Suele aparecer sobre los 2 años, aunque en ocasiones no se hace evidente hasta pasados los 10. Coincide con los otros tipos de autismo en afectar a las mismas áreas (lenguaje, función social y motricidad), pero se diferencia en su carácter regresivo y repentino, hasta el punto de que en ocasiones el mismo niño se da cuenta del problema, mostrando su preocupación a los padres.
Trastorno generalizado del desarrollo no especificado
Es una etiqueta diagnóstica que se utiliza en aquellos casos en que los síntomas clínicos son demasiado heterogéneos como para ser incluidos en alguno de los otros tipos. También se presentan trastornos de reciprocidad social, problemas severos de comunicación y la existencia de intereses y actividades peculiares, restringidas y estereotipadas.
Indicadores para la detección precoz del autismo
Aunque suelen ser los propios padres los que detectan problemas en el neurodesarrollo de sus hijos entre los 18 y los 24 meses, existen una serie de circunstancias que retrasan el diagnóstico en un porcentaje significativo de casos:
Incidencia relativamente baja de los TEA.
Desconocimiento de las manifestaciones clínicas.
Dificultad de los padres para detectar los síntomas sutiles en algunos tipos de autismo, como el Asperger.
Un desarrollo sensorial y motor adecuado en ciertos casos.
Síntomas más comunes
Algunos niños con TEA presentan una serie de síntomas muy claros y visibles y por ello son detectados por los padres en los primeros meses de vida. Pero, a veces, son los profesores de la guardería los que ponen en alerta a los padres al observar un desarrollo inadecuado de sus habilidades básicas o de relación con los otros niños.
Estos son los principales ejemplos:
Retraso o ausencia del habla.
No presta atención a las otras personas.
Falta de respuesta a las expresiones faciales o sentimientos de los demás.
Falta de juego simbólico y ausencia de imaginación.
Falta de interés por los niños de su edad.
Incapaz de compartir placer.
Alteración cualitativa en la comunicación no verbal.
No señalar objetos para dirigir la atención de otra persona.
Falta de utilización social de la mirada.
Falta de iniciativa en actividades o juego social.
Falta de reacción a estímulos sonoros.
Recuerda la atención oportuna marca la diferencia, acércate a un especialista. Te esperamos en Neurowell.
Psicóloga Guadalupe Anaya
REFERENCIAS
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